lunes, 3 de mayo de 2010

Testigo

Yo lo vi. Había un hombre arrimado a la pared. No descansaba, agonizaba.
Era difícil ver la herida pero la mancha de sangre en el piso no mentía: definitivamente estaba muriendo.
No sabría decir exactamente lo que pasó; yo lo vi, es cierto, pero estaba distraído cuando sucedió.
Solo sé que discutían y que no quería ceder en su posición. Decía que amaba a la chica y que no dejaría que nadie se la quitara, decía que estaba en su derecho y que ella le correspodía.
El otro, un matón cualquiera, le gritaba y le decía que se alejara, que no quería hacerle daño.
Ella apareció en la escena sin mucho que decir para salvar la situación. El hombre no quería entregarla al matón, éste a su vez se exacerbaba violentamente contra hombre y la chica, bueno, no tenía nada que ver.
Entre los ruidosos insultos pude constatar que ella era la esposa del matón y que el otro hombre no era más que un advenedizo, un don juan, un don nadie.
Creo que el matón golpeó a la chica en medio del forcejeo y que ésta a su vez sacó un cuchillo de su bolso y lo clavó violentamente entre los dos cuerpos en disputa.
El matón huyó al sentir la humedad de la sangre entre sus manos. Ella también huyó, con la culpa persiguiéndola hasta la eternidad.
Al otro la vida se le chorreaba en hilos de sangre tibia y no comprendía muy bien lo que sucedió.
Yo lo vi, pero tal vez no lo haya captado todo desde el lugar en el que estaba. ¡Qué más da!

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