jueves, 29 de abril de 2010

Extrañamiento

Yacía boca abajo dejando que la lluvia mojara su cuello. Las gotas chorreaban incesantemente por su nariz, a lo mejor iban mezclándose con las lágrimas que se perdían entre los charcos de la oscura calle que de cuando en cuando se iluminaban al pasar rápidamente los atrasados automóviles.
-Ya no queda nada. Me iré y no volverás a verme.
-Nada te detiene aquí, puedes irte. No te extrañaré.
Palabras huecas que ahondaron las heridas que no cicatrizaron nunca.
-Lo harás y llorarás por mí.
Un rayo luminoso alumbró por un segundo la noche tormentosa. El cuerpo sin vida del amante olvidado se mojaba entre lágrimas y lluvia sin que nadie se percatara de él...

miércoles, 28 de abril de 2010

Hermes, el vil navegante

No es raro, siempre me preguntan por el hermenauta azul...
Hermes, aquel ladronzuelo vil, que a discreción de unos pocos llegó de manera arribista a ocupar uno de los doce tronos del Olimpo, en realidad se lo ganó por su astucia, sagacidad e inteligencia al tomar en sus manos la complicada labor de servir como puente comunicacional entre los dioses y los mortales.
El de los pies alados y el caduceo áureo rara vez permanecía en el trono marmóreo de sus tíos, hermanos, padres y abuelos; gustaba más del firmamento azul, del corre ve y dile, del juego astuto de palabras, de la protección a los rudos mortales y de la diversión sin límites junto a su protegido hermano, el dios civilizador y festivo del panteón griego, el amado y dos veces nacido Dionisio.
No es casualidad entonces, que simbólicamente estos rudos mortales nos reunamos para rendirle honor a una deidad tan humana como Hermes, el dios de la confusión.
Ahora podemos navegar junto a él para practicar los divinos ocios aqueos que nos mantienen vivos en este mundo sin sentido de la información y la descomunicación...
De esta forma, salud a todos y sigamos hermenauteando...

San Blaseando hasta el Itchimbía



Drusila es la luna y yo un lunático

Áspera, fría y lejana.
Mengua, desaparece, se corta.
Me deja a la merced de la marea que manipula a su antojo.
Se va.

Late dentro mí.
Me golpea y aguza mis sentidos.
Está ausente pero guía mis pasos.
Danza libre dentro de mí.

¿Libre? Jamás.
Estoy atado a su gravedad y me tambalea sin cesar.
La poseo y me posee.
No hay salida.

Su presencia me lastima
me recuerda que estoy encadenado a su caprichosa transformación.
Y el mundo encadenado a mi caprichosa actuación...